martes, 16 de diciembre de 2008

EL REENCUENTRO



Hacia tiempo que no nos veíamos, años, bastantes años, y habíamos vuelto a coincidir de una manera casual no hacia tanto. Volvernos a encontrar después de los años supuso una agradable sorpresa para ambos. El tiempo había pasado y eso se notaba en nuestros rostros y también en nuestras almas.

- Quedemos un día – me dijo – y rememoremos el pasado. Brindemos por el. Nos lo merecemos.
- Puede ser – conteste recordando aquellos momentos que habíamos pasado juntos.

No puedo decir que esa etapa fuera la más feliz de mi vida, pero tampoco fue una de las más duras. Hubo de todo. Penas y alegrías, momentos de felicidad y de tristeza. Confianzas y traiciones. De todo.

Intercambiamos nuestros números de teléfono para seguir en contacto. Yo no estaba segura de querer volver a verle, pero tampoco lo estaba de no querer hacerlo. Deje que pasara el tiempo, sin tomar ninguna decisión al respecto. Al principio, los primeros días, miraba los números de su teléfono apuntados en un papel y no sabia que hacer. Después el tiempo volvió a pasar y yo olvide ese papel en el fondo de algún bolso y lo olvide a él como ya había hecho antes.

Transcurrieron un par de meses, tres quizás. El suave invierno dio paso a una primavera lluviosa y fría que no invitaba al disfrute propio de esa época del año. Una de esas tardes de lluvia yo estaba en casa, mirando por la ventana, con la mirada perdida y la mente volando hacia cualquier sitio que me hiciera escapar por unos momentos de mi vida. El sonido de la lluvia era tranquilizador.

La música del móvil me saco de mi estado de ensoñación. Lo descolgué sin mirar siquiera quien me llamaba.

- ¿Si? ¿Dígame? – conteste caminando de nuevo hacia la ventana.
- Hola – Una voz de hombre, profunda y dulce, me saludaba al otro lado
- Hola – Ya había identificado a mi interlocutor. Seguí mirando por la ventana
- ¿Estas ocupada?

Callé por unos instantes ¿estaba ocupada? Miraba como caía la lluvia, era una ocupación, pero él no se refería a eso

- No – dije al fin
- Pensé…. – dudo un momento – Pensé que tal vez te apetecería….. – volvió a dudar – bueno, que me gustaría que nos viéramos.
- Está bien – le dije - ¿te parece bien este fin de semana?
- Si – note su voz más relajada que antes - ¿vienes o prefieres que vaya?
- No, prefiero ir yo, así salgo de aquí –
- ¿Cuándo vienes entonces? - preguntó
- El viernes por la tarde ¿te parece bien? Podríamos quedar el sábado para comer si quieres – Mi cabeza había planificado todo eso en décimas de segundo
- ¿Para que esperar al sábado? Podemos quedar el viernes, yo salgo de trabajar a las cinco y media ¿te parece que quedemos a las seis o seis y media en algún lugar?
- Esta bien – respondí – Dime donde
- Hay un pub, es un sitio tranquilo, donde preparan unos cafés estupendos. ¿Sabes donde esta la Puerta de Zamora? –
- No – dije – pero dame la dirección y ya lo buscaré –

Anote la dirección del pub y nos despedimos quedando en encontrarnos ese mismo viernes.

Cuando salí de trabajar ese viernes pase por casa, comí, prepare una pequeña maleta con algunas cosas, no demasiadas, solo iba a estar dos días, me monte en el coche y me encamine a Salamanca. Recorrí el trayecto con tranquilidad, acompañada por la música que emergía del casete del coche, Salamanca estaba tan solo a una hora y poco de camino de mi ciudad.

Llegue y busqué la calle donde se encontraba el pub en el que habíamos quedado. No tuve mucha dificultad, me resulto más difícil encontrar aparcamiento, pero una vez conseguido, baje del coche y me encamine al lugar de encuentro.

Abrí la puerta y mire en el interior. Me quite las gafas de sol. Le vi al fondo del local, sentado en una mesa un poco apartada. Me hizo una seña y me dirigí hacia él. Se levanto y nos saludamos dándonos dos besos en las mejillas. Acerco una silla a su lado y me invito a sentarme. El camarero se acerco a nuestra mesa. Le pregunte que estaba tomando y pedí lo mismo, guiada por su recomendación, un capuccino. Nos miramos, nos sonreímos y comenzamos una charla intrascendente sobre mi viaje y el tiempo en lo que el camarero llegaba con mi café.

Notaba una sensación extraña, una mezcla de sentimientos, cada vez que le miraba. De repente, al verle, al notarle tan cerca, me había puesto nerviosa ¿por qué? Intente controlarlo, o al menos disimularlo, para evitar que él lo notase. Le miraba mientras hablaba. Miraba sus ojos, su boca, sus manos….. El camarero llegó con mi café. Me alivio tener algo en lo que centrar mi atención además de en él. Comencé a moverle con la cucharilla, lo tome entre las manos, lo acerqué a mi boca y bebí un pequeño sorbo para tantear su temperatura. Volví a dejar la taza sobre el plato a la vez que note uno de sus dedos en mi nariz. Lo mire sorprendida a tiempo de ver como se introducía el dedo en la boca y lo lamía.

- Se te había quedado un poco de crema en la nariz – me dijo taladrándome con su mirada

Note como un escalofrió recorría mi espalda. Montones de imágenes del pasado se agolparon en mi mente. Tal vez no hubiera cambiado tanto, a pesar de haber entrado en una madurez que lo hacia muy atractivo. Moví las manos encima de la mesa, distraídamente, provocando un roce fortuito con la suyas. Seguía mirándome, ahora sonreía divertido.

- Estas preciosa – dijo rompiendo el silencio – parece que no ha pasado el tiempo por ti. Estas igual que hace diez años.
- Hace diez años yo era demasiado joven e inexperta – respondí
- Hace diez años las cosas no habrían podido ser de otro modo. Pero sigo diciendo que estas preciosa – Y acerco una mano a mi cuello acariciándolo suavemente.

Le mire directamente a los ojos y vi fuego en ellos, destellos de chispas que salían de sus pupilas. Conocía esa mirada, la había visto muchas veces ya, sabía lo que venia después. Se levanto de la silla mirándome fijamente, y sin apartar sus ojos de mí se dirigió hacia los baños. Entendí perfectamente lo que quería, pero ¿Qué quería yo? Había llegado hasta allí sin querer pensar en las consecuencias de nuestro encuentro, sin querer plantearme nada, sin pensar demasiado en el pasado ni tener en cuenta el presente.

El había desaparecido por el pasillo que conducía a los servicios y yo no me había movido de la mesa. El esperaba que lo siguiera, me lo habían dicho sus ojos. Una mezcla de sensaciones se apodero de mi: nervios, miedo, deseo………. ¿Deseo? Volví a notar en mi cuerpo sensaciones que hacia mucho no sentía. Deseo, esa clase de deseo que te hace perder la cabeza en brazos de un hombre, que te vuelve loca, que te domina hasta la extenuación.

Me levante de la mesa y seguí sus pasos. No sabia exactamente donde se había metido. Probé primero con el baño de caballeros. Abrí la puerta despacio y me asome. No vi a nadie. Antes de que pudiera darme cuenta una mano me agarró por el brazo y tiro de mí hacia dentro del baño. De pronto me encontré frente a frente con él, que me agarraba con un brazo por la cintura, mientras que con la otra mano cerraba bruscamente la puerta y la aseguraba con el cerrojo. Nuestras bocas estaban muy cerca. Me besó y empezó a empujarme hasta que mi espalda topo con la pared. Se apretó fuertemente contra mi y me susurro al oído “Ya no tienes escapatoria” No la quería, no quería escapar después de haber sentido de nuevo sus besos.

Comenzó a recorrer mi cuerpo con sus manos por encima de mi ropa a la vez que me besaba, no daba tregua, parecía que todo era poco para sus manos. Yo me agarraba a su espalda y me dejaba hacer. Note sus manos en mis pechos, apretándolos, su boca bajando por mi cuello, lamiendo mi oreja. Apoye mi cabeza contra la pared, arqueando la espalda, ofreciéndole el cuello que el besaba con una desatada pasión mientras sus manos seguían recorriendo centímetro a centímetro mi cuerpo. Nos estábamos convirtiendo en dos animales sexuales, dos fieras enjauladas en el deseo. Su boca se acerco a mi oreja y me susurro, con una suavidad que contrastaba con la dureza de sus palabras “voy a follarte”. La seguridad que el delataba y sus palabras hicieron que me excitara aun mas.

Se separo un poco de mi y me abrió la blusa arrancando todos los botones del tirón, me subió el sujetador y comenzó a besarme los pechos con ansia mientras sus manos subían y bajaban por mis muslos y se detenían entre mis piernas. Apenas podía ahogar los jadeos que sus caricias me producían. Comencé a desabrocharle la camisa y los pantalones. El tiempo había sido muy generoso con su cuerpo. Si antes era atractivo ahora era tremendamente deseable. Introduje una mano dentro de su pantalón y comencé a acariciar su sexo que ya estaba duro, grande y poderoso.

- Mmmmmmmm Pensé que no lo ibas a hacer nunca – me dijo mirándome directamente a los ojos e introduciendo una de sus manos dentro de mi pantalón.

No podía hablar, no era capaz de pronunciar palabra. La cabeza me daba vueltas. Nos mirábamos directamente a los ojos mientras nuestras manos recorrían el sexo del otro y jadeábamos.

- Chúpamela – casi me ordeno

Y yo obedecí sin rechistar. Se coloco de espaldas a la pared se apoyo en ella y yo me arrodille ante él introduciéndome todo su sexo en la boca, saboreándolo, lamiendo con mi lengua todo el tronco, mordisqueando. Oía sus jadeos cada vez más fuertes y rápidos y mis labios se aceleraban sobre su sexo, apretándolo, lamiendo la punta con la lengua, succionando. Estaba a punto de llegar al orgasmo, conocía perfectamente sus jadeos y sus espasmos. El tiempo no es capaz de borrar ciertas huellas. Arremetí con más fuerza con mi boca hasta que note como un liquido viscoso y salado caía en mi lengua y a la vez que su cuerpo se contraía y se relajaba ante los espasmos del placer

Cerró los ojos respirando profundamente, agotada aun por lo que acababa de suceder. Limpie su sexo con mi boca, con mi lengua, impresionada porque su sexo no había perdido ni un ápice de su erección. Me incorpore hasta que estuve frente a él de nuevo. En ese momento el pareció volver a la realidad bruscamente. Me agarro por los hombros, me giro y me pego a la pared bajándome el pantalón. Su mano se hundió entre mis piernas, introduciendo un dedo en mi cavidad que comenzó a mover con fuerza. Yo me dejaba ir entre sus manos, respirando con fuerza, intentando contener jadeos y gemidos. Paro de pronto y se agacho a quitarme el pantalón. Saque los pies de los zapatos como pude para poder deshacerme del pantalón cuanto antes. Me tomo por debajo de los brazos, y me elevo un poco. Mis piernas se cruzaron en su cintura. Nuestros sexos quedaron juntos, rozándose. En esa posición avanzo hasta el lavabo. Allí me coloco sobre el borde, abrió mas mis piernas y empezó a masajearme el clítoris. Yo notaba su pene muy cerca de mi sexo. Sentía como mi cuerpo se hacia agua, empapando mi vagina. Se acerco a mi oreja y me dijo:

- Pídemelo. Pídeme lo que deseas –
- Follame – fue todo lo que mi boca pudo articular

Agarro su sexo, le coloco en la entrada de mi cueva y de un empujón firme y preciso me penetro de golpe. Sus embestidas eran fuertes. Yo apoyaba las manos a los lados del lavabo intentando no ser vencida por los envites de su cuerpo mientras sentía oleadas de placer que recorrían todo mi cuerpo. No podíamos ahogar nuestros gritos, nuestros gemidos.

Alguien comenzó a aporrear la puerta, pero eso no hizo sino excitarnos aún más. Sus movimientos contra mi aumentaban de fuerza y de velocidad. Yo estaba la borde de la locura. Notaba como llegaba el orgasmo, como mi vientre se contraria, los músculos se tensaban y todo mi cuerpo estallaba en un hondo suspiro. Nos corrimos juntos y nos quedamos unos minutos apoyados uno en otro descansando.

Los golpes en la puerta habían cesado. Se salio de mi y comenzamos a recomponernos la ropa. Busque los pantalones y el tanga, me lo puse, ajuste el sujetador en su sitio. Me coloque la camisa y al ir a abrocharla comprobé que todos los botones estaban arrancados. Decidí atármela a la cintura como pude, intentando cruzarla un poco, pero no dio mucho resultado. Javier se asomo a la puerta y me hizo un gesto para que saliera. Crucé las brazos sobre el pecho y salí caminando tranquila por el pasillo hasta la mesa. Al pasar junto a la barra no me atreví a mirar al camarero, volví a la mesa y sin cambiar la postura me senté y me recosté sobre los brazos. El café se había quedado frío, pero aún así le di un sorbo. Al poco tiempo llego Javier y se sentó en su silla.

- No puedo estar así – le dije señalando mi camisa.
- Es lógico, vamos a mi casa – contesto

Antes de levantarnos de la mesa me cogio de la barbilla y dándome un profundo beso me dijo:

- Siempre me encanto hacer el amor contigo –

Cuando dejo de besarme le dije:

- Tu y yo nunca hemos hecho el amor -

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigo este blog y este reencuentro me suena, al menos en la localización a otros dos relatos de este mismo blog escritos al unisono por Sayyid y Silvana, creo recordar;un restaurante...los baños de ese restaurante.Anuque en aquella ocasión se trataba de dos relatos del mismo hecho pero desde la visión del Amo y la visión de la esclava, cosa que en este último parecen los amantes no conservar esos roles, sino mas bien dos viejos amigos que por circustancias vuelven a encontrarse;en cuanto a lo demás.....mas de lo mismo.Espero impaciente otro relato con mas novedades ya que parece que personajes y decorados se repiten.