miércoles, 21 de mayo de 2008

EL REGRESO


Por Sayyid...........



Después de pasar un par de horas tomando unas copas y exhibiendo a mi esclava por algunos locales de la ciudad, decidí que ya era el momento de volver a casa. La noche estaba resultando muy satisfactoria, y me apetecía acabarla disfrutando una vez mas de mi sumisa.

Por ello volvimos a mi casa, dejando que el frescor de la noche eliminara los vapores del alcohol y despejara mi ya de por si, caliente imaginación.

Una vez en casa, hice pasar a mi sierva al salón, y le pedí que me sirviera una copa, mientras yo me sentaba en el sofá. Lo cierto es que, pese a lo avanzado de la hora, estaba esplendida enfundada en aquel ceñido vestido.
Mi esclava me trajo la copa y se tumbo a mis pies mientras yo disfrutaba del licor y de su presencia. Estaba preciosa, como una dulce y sumisa perrita enroscada a mis pies. Creo que era feliz así.

Le pedí que se levantara y que se quitara la ropa. Ella así lo hizo, desnudándose lentamente, permitiéndome saborear el placer de ver su blanca carne a la luz de una tenue lámpara que lucia en el rincón del salón.
Se quitó su vestido, quedándose solo con sus zapatos de tacón, sus medias de seda negra, su liguero y su collar de esclava. El pelo suelto sobre sus hombros, y una mirada lasciva en sus ojos.

- Ven, acompáñame arriba, le ordené.

Ella comenzó a andar detrás de mi, pero al verlo me di la vuelta y le dije:

- Así no, ¿eres mi perra, no? . Pues demuéstramelo… quiero que me sigas a cuatro patas por el pasillo, y que subas así la escalera.

Ella no pareció sorprenderse de mis deseos, así que se agachó, se puso a cuatro patas, como la bella perra que era, y me siguió hasta la escalera, donde yo me paré.

- Sube tu primero.
- Si, Mi Señor.

Mientras ella subía la escalera a cuatro patas, contoneando su apetitoso culo, moviéndolo insinuantemente, pues ya sabia que era eso lo que yo quería ver, mi excitación crecía por momentos.
Poder ver ese coño depilado, y ese culo tan delicioso, que yo sabia serían míos en unos momentos, no hizo sino acrecentar mis deseos de poseerlos inmediatamente. Pero venciendo mi natural ansiedad, decidí esperar y disfrutar del impresionante espectáculo que mi esclava me estaba brindando.
Subí detrás de ella hasta la habitación, y comprobé que me estaba esperando allí, aun en su posición perruna, mostrándome su sexo y su culo, dándome a entender que eran míos y que yo podría hacer con ellos todo aquello que deseara.

Lentamente, me acerque al armario y saque de el un negro pañuelo de seda, y mi fusta de cuero.
Me acerque a mi esclava y dejé la fusta encima de la cama para que ella la viera. Pude notar como sus pupilas se dilataban, no se si de placer, o de miedo, pero me gustó que así fuera.
Con el pañuelo le vendé los ojos, y después, cogiéndola del pelo, tiré de ella suavemente, moviéndola por la habitación, para que perdiera la noción de donde se encontraba.

Después de ese breve paseo, la coloqué, apoyada en una silla, dejando a mi vista su culo, su espalda y su cuello…
Regresé hasta la cama y tomé la fusta en mis manos, acercándome a mi sierva.
Después de besarla en el cuello y susurrarle lo que iba a pasar… comencé a acariciar su piel con la fusta, suavemente… alargando las caricias, recorriendo sus glúteos, separando sus muslos para dejar su sexo al aire, acariciando el interior de sus piernas…
Cuando ella ya estaba lo suficientemente relajada… llegó el primer fustazo. No fue muy fuerte, pero como no se lo esperaba, soltó un pequeño grito, mas bien de asombro que de dolor, aunque rápidamente me pidió perdón.

- Lo siento, Mi Señor, no pude evitarlo.
- No grites, o tendré que amordazarte, no quiero que escandalices a mis vecinos

Dicho esto, comencé a acariciarla de nuevo con la fusta, hasta que la golpee de nuevo, esta vez con mas fuerza, dejando su piel marcada de un ligero color carmesí, sintiendo como el escozor recorría su cuerpo.
A este segundo fustazo le siguieron unos 15 mas, repartidos por sus nalgas, el interior de sus muslos, su espalda….
Era delicioso ver como su piel adquiría color y calor a medida que mi fusta hacía su trabajo, como aquella piel, antes blanca e inmaculada, quedaba marcada por mi.
Me alargué en mi castigo un rato más, hasta que su piel ya estaba caliente, dolorida, preparada…

Ante aquel hermoso espectáculo de piel enrojecida, no pude por menos que liberar mi duro sexo, y separando un poco sus piernas para favorecer mi deseo, la penetré, sintiendo como el calor y la humedad de su coño recibían a mi polla, mojándola, besándola, acariciándola en cada embestida.
Comencé a penetrarla, primero lentamente, poco a poco, dejando que notara la hinchazón de mi sexo, dejando que sus flujos me lubrificaran, sintiendo como el placer acudía una vez más a mi. Poco a poco seguí entrando y saliendo de su cueva , mientras mis dedos juguetones, acariciaban, lubrificaban y abrían su estrecho ano, cerrado sobre todo por el aun lacerante dolor de mis fustazos.
Era todo un placer poseer así a mi esclava, montándola como a una yegua en celo, sujetado la crin de sus cabellos, empujándola, sometiéndola, poseyéndola.
Ella respondía a mi embestidas con gemidos de placer, con movimientos ritmitos de sus caderas, con la humedad de su boca, cuando mis dedos entraban en ella.

- Te gusta he, perra?. Le decía yo
- Si Amo, me gusta, me gusta mucho, no pares, te lo suplico.
- No lo haré, claro que no,,, voy a seguir follandote hasta que no pueda más.

Poco a poco mi ritmo se fue incrementado, aumentando la velocidad y la fuerza de las embestidas. El placer acudía a mi en oledas continuas, por lo que tenia que subir y bajar el ritmo para no correrme aun.

- Amo, no pudo más ya, por favor, me permite Usted correrme?. Por favor Amo
- No, no, aun no te lo permito. No quieras acabar tan pronto

Mis dedos se empapaban de saliva en su boca y luego se los introducía en su cada vez mas abierto ano. Sus espasmos me enloquecían, y cada vez me costaba más resistir la tentación de dejarme llevar y correrme allí mismo… pero aun tenia otros planes.
Cuando ya había dilatado lo suficiente su elástico esfínter, decidí que era el momento de culminar aquella orgía de placer.
Sacando mi polla completamente mojada de su coño, la coloque sobre su ano, empujando suavemente, pero con firmeza, hasta que, no sin cierta molestia, por parte de mi esclava, mi carne dura y caliente, desapareció dentro de su culo. Al mismo tiempo, mi mano, ya liberada de la necesidad de excitar su negro agujero, bajó hasta su hinchado y palpitante coño, comenzando a acariciar su clítoris, cada vez mas fuerte, cada vez mas rápido….

- Ayyyy Amo, me duele, me duele, pero no pares, no, por favor, no pares ahora.
- No, claro que no voy a parar… ¿te gusta?. Disfruta, disfruta de tu placer,,, disfruta de tu dolor… y córrete para mí.

Como si mi comentario fuera lo único que ella estaba esperando, comenzó a incrementar su ritmo, dejando que mis dedos acariciaran su coño, su clítoris,,, mientras sus movimientos cada vez mas fuertes, mas rápidos, no dejaban de aumentar la frecuencia de mis embestidas en el interior de su culo, con lo que, al sentir que ella se corría de gusto entre mis dedos, me dejé llevar, y calidos chorros de semen caliente y espeso, inundaron su intestino, vaciándome completamente, una, dos, tres, cinco veces… hasta quedar exhausto, vacío.. y satisfecho…

Después de dejarme caer la suelo, mi sierva, quitándose la venda de sus ojos, se arrimó a mi, y dulcemente, comenzó a recorrer mi verga con su lengua, limpiándola y regalándome mis últimos espasmos de placer…

- Ven, le dije

Y acariciando su suave pelo, la bese tiernamente en los ojos y pasionalmente en su dulce y húmeda boca.

Después, ayudándola a levantarse, la acerqué a mi cama, y colocando su colchón a los pies de la misma, la tumbé, la descalcé, la desnudé, y cambiando su collar de esclava por otro con una argolla de acero, la até, con una fina cadena que a tal efecto allí tenia, a la pared, acostándome yo en mi cama, disfrutando del placer de tener allí mismo, a mi sumisa perra, a mis pies…

- Que tengas hermosos sueños, la dije

Y me dormí con la satisfacción de sentirme Señor de mi sierva.

martes, 20 de mayo de 2008

LOCURA



En aquel momento no recordaba nada de lo que había sucedió anteriormente….. no quería recordarlo. No necesitaba saber como había llegado hasta allí. Tan solo era consciente de que me encontraba sobre la cama, desnuda, entre las sabanas revueltas a mi lado y junto a ti.

Me agarraba a la tela que me envolvía, con pasión, con frenesí, mientras mi boca entreabierta dejaba que tu impúdica lengua se introdujera en ella para recorrerla sin el menor atisbo de piedad, sin darme lugar a jadear a mi antojo.

Una de tus manos apretaba mis pechos con vehemencia mientras la otra recorría mi sexo con una sabiduría y una habilidad innatas. La humedad no solo empapaba esa parte de mi cuerpo, sino que llegaba también a mis muslos, tal era la excitación que sentía, y además mojaba tu mano, que no daba un respiro a mi coño.

Me acariciabas el clítoris lentamente, para ir aumentando el ritmo poco a poco, mi respiración se agitaba haciendo que mis pechos subieran, como buscando tu mano. Me hacías llegar al límite, y cuando estaba a punto de estallar, me abandonabas a mi desesperación, sin desamordazarme con tu boca, para después volver de nuevo a la carga introduciendo uno…….dos……. tres dedos en mi mojada cavidad, que comenzabas a mover, haciéndome gemir de nuevo, ronroneando entre tus brazos como una gata en celo. Cada vez que notaba como tus dedos entraban y salían de mí, me agarraba con más fuerza a las sabanas. Intentaba zafarme de tus besos para jadear libremente, pero tu mano atenazaba mi nuca pegando mi cabeza a la tuya, sin dejarme escapatoria.

A un segundo de tocar el cielo con las manos sacaste los dedos de mí, dejándome otra vez desesperada, a punto de sollozar. Que cruel tortura me estabas inflingiendo. Nunca pensé que el placer pudiera doler tanto, y de repente a mi cabeza llego una frase tuya: “Es necesario conocer el dolor para poder reconocer el placer” ¿Era eso lo que estabas haciendo conmigo?

Volviste a la carga con mi clítoris, cada vez mas hinchado, cada vez más sensible al tacto. Yo albergaba la esperanza de que esta vez me dejaras llegar hasta el final, pero pude volver a comprobar que tu crueldad no tenía límites.

El deseo me hizo enloquecer de tal forma, que sin saber como, ni de donde saque la fuerza, logre zafarme de ti, que quedaste tumbado en la cama boca arriba, con tu miembro duro, fuerte, poderoso, enhiesto. No pensé, solo actué. Me coloque a horcajadas sobre ti, llenándome de ti, clavándome tu polla hasta el final y comencé una frenética cabalgada, cegada por el deseo de llegar hasta el éxtasis. Te mire a los ojos y solo vi frialdad en ellos, pero apenas si pude percatarme de ello, cegada como estaba en llegar a mi propio placer. No me percate de tu mirada vacía, de tu gesto impertérrito, de tus brazos reposando a ambos lados de tu cuerpo, inertes.

Tras una lujuriosa cabalgada llegué al éxtasis. Note como desde mi vientre me recorrían escalofríos electrizantes por toda la espalda. Gemí como nunca lo había hecho, mordiéndome los labios casi hasta hacerlos sangrar, y deje que mi cuerpo abandonado cayera sobre el tuyo con el único fin de disfrutar las ultimas oleadas de placer pegada a ti, sin darme cuenta de que tus brazos se habían extendido frente a mi y pararon mi caída apoyándose sobre mis hombros. Entonces te mire… tu mirada ya no era vacía, ahora estaba llena de dureza. Sin mediar palabra te giraste conmigo aún encima de ti, haciendo que cayera sobre mi costado. Te pusiste de rodillas, y colocando a cuatro patas, hundiste mi cabeza en la almohada, mientras mi trasero se te ofrecía voluptuoso.

A pesar de mi cabalgada, tú no habías perdido ni un ápice de tu erección. Fue entonces cuando me di cuenta de que no te habías vaciado en mí y de pronto fui consciente de lo que iba a suceder.

Con la cara sobre la almohada, y expuesta a tus deseos comencé a sentir un tremendo desasosiego. Nunca antes había visto esa seriedad en tu rostro, esa dureza. Una mezcla de sensaciones me atenazaba el estomago, me gustaba pero a la vez sentía miedo…..

Note como, de una fuerte embestida toda tu polla entraba sin ningún miramiento en mi, a la vez que uno de tus dedos se dirigía a mi ano y comenzaba a masajearlo. Intente protestar pero tu mano atenazaba con fuerza mi cabeza sobre la almohada, impidiendo cualquier movimiento.

Si la primera embestida fue fuerte, las que le siguieron fueron mucho mas, sin embargo el dolor no lograba disminuir mi placer y comencé de nuevo a abandonarme a esas sensaciones, hasta que de pronto paraste, y del mismo modo que me habías penetrado anteriormente, volviste a hacerlo, pero esta vez en mi ano, sin delicadeza, de un golpe seco note como entraba toda ella en mi, y una punzada de dolor me hizo gritar. Las lagrimas resbalaban por mis mejillas, pero tu continuabas implacable el camino que esta vez te iba a llevar al éxtasis a ti. Sentía dolor, pero no quería que pararas, y no lo hiciste, hasta que note como chorros caliente me inundaban por dentro y tus penetraciones eran cada vez mas leves y distanciadas, hasta que de un ultimo empujón, te vaciaste por completo en mi y te saliste.

Con un ligero empujón en mi cadera me hiciste caer de lado sobre la cama. Te recostaste junto a mi, y besando los surcos que mis lagrimas habían dejado, me susurraste tiernamente…. “Mi princesa”. Me abrace a ti con desesperación y hundí mi cara entre tu pecho mientras tu mano acariciaba dulcemente mi pelo. Hubiera podido morir allí mismo, en ese mismo instante, entre tus brazos…..

lunes, 5 de mayo de 2008


LA CENA (Parte I)

Escrito por Sayyid........

Aquella era un anoche especial. Le mandé las instrucciones le noche anterior, vía email. Eran órdenes sencillas, pero muy claras. Me gusta que tenga claro lo que me gusta.

Debía llevar un vestido negro ceñido que se adapta como una segunda piel a su cuerpo, marcando sus insinuantes caderas, su culo arrogante y sus generosos pechos. Pechos que deberían insinuarse abiertamente con un generoso escote. Me gusta, cuando saco a pasear a mi esclava, que los hombres la miren con deseo, y que las mujeres la miren con odio… con ese odio que despierta el saber que nunca van a sentirse tan deseadas como ella.
Por supuesto no debería llevar ropa interior. La ropa interior siempre es un obstáculo para mis deseos, y detesto tener que insinuar siquiera que ha de quitársela. Además, me gusta ver como crecen sus nervios al saber que si se excita en exceso, sus propios jugos podrían jugarle una mala pasada a la hora de levantarse de la silla. Hay manchas que dicen más que libros llenos de palabras.

Completarían su atuendo unas medias negras de seda, sujetas al muslo por un insinuante liguero negro, capaz de hacer las delicias del más exigente voyeur, y unos zapatos negros, sencillos, pero con un buen tacón que realzara sus piernas y la suave curva de sus glúteos, haciendo aun mas insinuantes las curvas de sus caderas.

El pelo, esta noche, debía ir recogido en un moño. Su larga mata de pelo liso, largo, negro como el azabache. Me encanta el aroma de su pelo. Insistí en que no se sobrepasara con el maquillaje.

Como ya os he dicho, me gusta exhibir a mi esclava, pero no quiero que la confundan con una puta barata. Deseo que vean en ella a la mujer que todos desearían tener, pero a la vez, que sepan claramente que es solo mía y que ninguno podrá poseerla, por mucho dinero que tengan en el banco.

Y finalmente, y si acaso lo más importante de su atuendo… su collar de esclava. Un collar fino, elegante, insinuante. No de esos collares que gustan lucir algunos Amos, grandes, llenos de argollas,,, no. Un collar solo para ella, para que ella se sienta esclava, no para que lo sepan los demás.

A la hora convenida me acerque a su casa y llamé a la puerta. Ella me recibió sumisa, con la cabeza baja, mirando al suelo, dejándome observarla lentamente, deleitándome con su cuerpo, sus curvas, su suave piel, y permitiéndome comprobar que había cumplido todos y cada uno de mis encargos.

Después de revisarla detenidamente, le di mi visto bueno. “Perfecta”, le dije, y salí caminado hacia el coche, seguido, unos paso más atrás, por mi sierva.

De camino al restaurante pude comprobar que también había cumplido mis órdenes en cuanto a su ropa interior y a tener bien depilado su sexo. Lo acaricié suavemente, mientras conducía, notando como su humedad se incrementaba rápidamente, al tiempo que un agradable rubor se instalaba en sus mejillas. No necesite hacer apenas ninguna presión para poder acceder suavemente al interior de su húmeda y calida cueva, y me entretuve unos minutos acariciándola, provocándola, excitándola, sabedor, al igual que ella, que tenía prohibido correrse sin mi permiso.

Minutos después llegamos al restaurante. Era un buen restaurante, alejado del bullicio del centro de la ciudad, no demasiado concurrido, pero de una elegancia exquisita. El maître nos acompaño a una mesa que yo había elegido días antes, por encontrarse en el rincón más intimo de la sala. Cuando llegamos el restaurante ya estaba prácticamente completo, y puede disfrutar, una vez más, de las miradas lascivas de los hombres sentados en aquellas mesas, y, agradablemente para mi, también de las de algunas de las mujeres que les acompañaban.

Con toda seguridad, ninguno de aquellos pobres incautos tenía conocimiento de lo zorras que podrían llegar a ser las mujeres que los acompañaban si se molestasen minimamente en averiguarlo. Pero esa noche se conformarían con ver a mi esclava pasar por delante de sus mesas y, quizás, mas tarde, echar un mal polvo con sus acompañantes, imaginándose que era a ella a la que se follaban.

Cenamos tranquilamente, bajo la atenta mirada de nuestros vecinos. Una cena deliciosa, un buen vino para alegrarnos el corazón, y la mas agradable de las compañías.

Una vez terminada la cena, y antes de que nos trajeran los postres, saqué de el bolsillo de mi americana un teléfono móvil, dejándolo en la mesa, al lado de mi esclava.

Inmediatamente noté como su pulso se aceleraba, como las aletas de su nariz se distendían, y como el rubor subía a sus mejillas y sus pupilas se dilataban. Ella sabia que allí, sobre la mesa, estaba la causa de esa cena, el motivo de todo lo que había pasado antes.

Me demoré unos minutos en darle las instrucciones pertinentes, disfrutando ese momento de ternura, deseo, excitación y sumisión por parte de mi esclava. Alargué la espera, sabiendo que eso no hacía más que aumentar su inquietud, su nerviosismo, su expectación…. Una vez tomados los postres, y a la espera de los cafés, le dije:

- Vas a hacer lo siguiente. Cojeras este móvil,,, irás al baño de señoras…te encerrarás en el baño mas próximo a la puerta, y allí esperaras mis instrucciones

.
Sin mediar palabra, bajando la vista, tomó el móvil en sus manos y se dirigió al baño de señoras, tras cuya puerta la vi desaparecer.

Esperé unos minutos mientras me tomaba el café y me traían una copa de coñac, y después, la llamé al móvil que yo mismo le había entregado minutos antes. Inmediatamente ella descolgó, pero no dijo nada, simplemente se limitó a esperar mis ordenes.

- ¿ya estas en el baño?
- Si, Mi Señor
- ¿En la excusado que te he indicado?
- Si, mi Amo
- Bien, a partir de ahora quiero que solo contestes con un “si” a medida que vayas cumpliendo las ordenes que yo te vaya dando, ¿lo has entendido?
- Si
- Bien. Quiero que ahora te levantes el vestido, abras bien tus piernas y comiences a acariciarte tu sexo para mi. ¿lo estas haciendo?
- Si
- Acaricia tu sexo con la yema de los dedos, lentamente, hasta que comiences a sentirte húmeda, mojada, excitada…….
- ¿Estas ya mojada, mi perra?
- Si
- Bien, ahora introduce tu dedo corazón en tu coño y súbelo, suavemente, hasta tu clítoris. Quiero oír como gimes.
- Si
- ¿lo estas haciendo?
- Si
- Muévelos bien, perra, por que ahora voy a ir yo la baño de caballeros y me sentaré al otro lado de la pared donde tu estas… apagaré mi móvil, y quiero oír como te corres para mi, ¿lo has entendido?
- Si

Mientras escuchaba sus, cada vez mas intensos gemidos, me acerque al baño, observando como la suerte se ponía de mi parte, al ver que una señora, ya medianamente entrada en años, muy seria y muy digna, entraba a la vez en el baño de señoras. Entré yo en le de caballeros, me acomodé en la taza del excusado más próximo a la puerta y, dirigiéndome a mi esclava a través del móvil, le dije:

- Bien, ya estoy a tu lado. Ahora apaga el móvil. Quiero oír como te corres, como una perra en celo. Si lo haces bien y me satisfaces, esta noche tendrás tu premio.

No tarde mucho en escuchar los cada vez más intensos jadeos de mi sierva al otro lado de la pared. Jadeos que iban aumentado de tono hasta convertirse en auténticos aullidos de placer, hasta que… alcanzando el climax, solo se escuchaba su agitada y descompensada respiración.

Una vez obtenido lo que quería, salí el baño, cruzándome en el camino con la sofocada mujer que había entrado en le baño de señoras cuando yo entraba en el de caballeros. Me miró con unos ojos que reflejaban entre espanto, excitación y reproche, pero no rehusé su mirada y, sin decirme nada, se fue a su mesa a contárselo todo a su marido, cosa que, evidentemente y por como me miraban todos, no era necesario, ya que habían oído perfectamente los gritos de mi esclava, tal y como yo deseaba que así ocurriera.
Ya sentado en mi mesa, terminándome el coñac, llamé de nuevo a mi sierva y le dije:

- Muy bien, mi perra, lo has hecho muy bien. Ahora recomponte un poco la ropa y sal del baño como si nada hubiera pasado. Te espero en la mesa.

Instantes después, mi esclava avanzaba hacia nuestra mesa, ante la atenta mirada y los cuchicheos de todos los presentes.

Pagué la cuenta. Dejé una buena propina, y salimos a la calle. Subimos la coche y besando suavemente a mi esclava mientras la acariciaba por encima de la ropa, le dije.

- Me has hecho muy feliz. Te has ganado tu recompensa.

LA CENA (Parte II)

Mi Amo me había dicho que esta noche cenaríamos en un lujoso restaurante. Sus instrucciones habían sido claras y precisas. Vestido negro ceñido y con un generoso escote a pico, medias negras también hasta el muslo, nada de ropa interior, pelo recogido en un moño italiano, zapatos negros de tacón alto y el collar, Su collar. “Maquillate de forma natural” me había dicho “no quiero que parezcas una puta, solo quiero que seas mi Mi puta”

Aproveche la tarde para prepararme. Me depile cuidadosamente, para estar como a él le gustaba, me di un relajante baño y un par de horas antes de la cita, comencé a arreglarme sin prisa, disfrutando de ello y sintiéndome excitada sabiendo que estaba cumpliendo sus ordenes.

Me maquille según sus indicaciones, un tono natural para el rostros, los parpados en un suave beige, un toque de rimel y los labios en un marrón claro, nada de colorete, me dije, quizás sea demasiado llamativo.

Elegí para la ocasión un vestido negro, un tanto ceñido, sin mangas, con un generoso escote a pico, como El me había indicado, un corte bajo el pecho y falda a capa justo por debajo de la rodilla, de un tejido vaporoso y muy favorecedor. Las medias de seda negra, con una ancha liga de encaje. Me gustaba el tacto de las medias sobre mi piernas era tan……….. sexy. Los zapatos eran unos sencillos pero elegantes zapatos de salón negros, con un tacón mas que generoso. Complete el atuendo con Su collar, y sentí una enorme satisfacción al ceñírmele al cuello.

Aproximadamente media hora antes yo ya estaba dispuesta. No quería hacer esperar a mi Señor. A la hora convenida unos golpes en la puerta anunciaron su llegada. Abrí, pasó y me escruto detenidamente con su mirada. Esperé ansiosa su veredicto. “Perfecta” me dijo y sonriendo, salí seguida por El.

El restaurante era de un gusto exquisito, jamás había estado en un lugar como aquel. A pesar de estar lleno de gente apenas se oía el murmullo de las palabras y el sonido de los cubiertos en los platos.

El maitre nos condujo a mi Señor y a mi a una mesa algo apartada del resto y nos entrego la carta. Mi Señor decidió mi cena, una cena exquisita, por supuesto, que yo saboree en cada bocado. Un poco antes de los postres, mi Amo deposito sobre la mesa un teléfono móvil que me entrego. Sabia que aquello era el comienzo de una orden, de un deseo por su parte, asi que le mire esperando su explicación.

- Quiero que vayas al baño de señoras, te cierres en un baño y te masturbes para mí – me dijo

Solo oír sus palabras hicieron que empezara a excitarme, aunque no entendía para que necesitaba el móvil.

-. Lo que vas a hacer es lo siguiente: Cuando llegues al baño vas a llamarme por teléfono, yo te daré indicaciones de lo que tienes que hacer y como. En un momento determinado yo iré al baño de caballeros que esta contiguo al de señoras, apagaras el móvil y quiero oírte gemir. Quiero oír como te corres desde el baño de caballeros.

Sus palabras hicieron que me sonrojara. Me iba a escuchar El y todo el restaurante, pero yo solo podía obedecer, así que cogí el móvil, me levante de mi silla y me dirigí al baño de señoras. Me cerré, como el me habia indicado en un la primera cabina y le llame.

- ¿Ya estas? –
- Si mi Señor – conteste
- Bien, quiero que te sientes en la taza, con el vestido levantado y las piernas bien abiertas. Solo quiero que me contestes con un si, cuando vayas cumpliendo mis indicaciones ¿entendido? -
- Si, mi Señor –
- Hazlo – me respondió
- Si -
- Ahora comienza a acariciarte el sexo, con la yema de los dedos, suavemente hasta que vayas sintiéndote húmeda
- Si

Durante unos minutos deje de oir Su voz, me estaba dando tiempo a que me excitara, aunque debo reconocer que seguir sus indicaciones y oir su voz ya eran motivo suficiente para ello

- ¿Estas mojada, mi perra?
- Si –
- Muy bien, así me gusta. Ahora introduce un dedo en tu coño empapado, el dedo corazón, y súbele después hasta tu clítoris y acaríciate, dejándome oír como gimes –
- Si –

Seguí sus instrucciones al pie de la letra y comencé a gemir a través del teléfono.

- Muy bien, mi puta, parece que te gusta. Ahora deja esas caricias y mete dos dedos en tu coño.
- Si –
- Muévelos bien, quiero que te corras pronto.

Cumpliendo sus deseos comencé a mover los dedos en mi interior, jadeando cada vez mas fuerte y mas deprisa. Sentí que alguien entraba en el baño y por un momento intente ahogar mis gemidos, pero la voz de mi Amo me lo impidió

- No dejes de jadear bajo ningún concepto, perra -
- Si – fue toda mi contestación

Continué como el me ordenaba, al borde del orgasmo ya.

- Muy bien, ahora apaga el móvil, estoy en el otro lado. Quiero oír como te corres, si lo haces bien, esta noche obtendrás un buen premio.

Comencé a mover mis dedos más deprisa aún, entrando y saliendo, gimiendo y gritando como una loca. No sabía si El me escuchaba o no, pero yo debía esforzarme. Sentí voces fuera, en el lavabo, pero eso no debía importarme, solo debía importarme mi Amo. Empecé a notar como me corría, como mi humedad resbalaba por mi mano, y aumente los gritos para satisfacción de mi Señor, que esperaba me estuviera oyendo al otro lado. Me corrí y me quede extasiada, sentada en la taza, con las piernas abiertas, como El me había mandado. Sonó el móvil y conteste.

- Muy bien, mi perra, lo has hecho muy bien. Ahora recomponte un poco y sal del baño como si nada hubiera pasado. Te espero en la mesa.

Hice lo que me mandó, y caminando con gesto orgulloso y contenta de haber satisfecho a mi Señor, me encamine a la mesa donde El me esperaba.