martes, 10 de junio de 2008

UNA MESA DE BILLAR FRANCES

El tipo aquél llevaba viniendo por el bar poco más de dos semanas. Todas las noches, a la misma hora, llegaba, se sentaba en un taburete al final de la barra, pedía una cerveza y un tequila, que tomaba de un solo trago, apoyaba los codos sobre el mostrador y con la mirada perdida saboreaba lentamente la Coronita que yo me había encargado de servirle. Pantalón vaquero viejo, botas negras, cazadora de cuero marrón, pelo despeinado y barba de tres días.

Como si todo formara parte de un ritual, tras beberse la cerveza, esperaba paciente a que llegara casi la hora de cerrar. Para ese momento los clientes ya se habían marchado y la mesa del billar que estaba al fondo del local se quedaba vacía. Aproximadamente media hora antes del cierre, él se acercaba a la mesa, echaba una moneda y comenzaba una solitaria partida de billar francés, que duraba hasta apenas unos minutos antes de cerrar. En ese momento, el dejaba el taco del billar colocado, se alejaba de la mesa, pasaba frente a la barra y se dirigía hacia la puerta, mientras yo, con todo el local recogido ya, me colocaba mi cazadora y cogía las llaves para salir detrás de el y echar el cierre.

Los primeros días sentí algo de miedo al quedarme sola con él en el bar, a esas horas. Después me acostumbre a su presencia, tanto que a veces se me hubiera olvidado que estaba allí, de no ser por el ruido que las bolas del billar hacían al chocar entre si. Yo recogía todas las noches con total naturalidad. Jamás me sentí observada. Iba de un lado para otro colocando mesas y sillas, recogiendo vasos y a veces hasta me sorprendía canturreando.

Nunca, ninguna noche, me fije por donde se iba él. Yo salía detrás y me quedaba cerrando con llave la puerta del bar. Cuando acababa, me abrochaba la cazadora, guardaba las llaves en el bolso y me encaminaba a pie hasta mi casa, a pocos metros del sitio donde trabajaba. Algunas noches la luna me acompañaba en mi paseo, otras camina sola con mis pensamientos. Nunca antes gire la cabeza para ver como él se metía, agazapado entre la oscuridad, en el portal de enfrente y me miraba mientras yo avanzaba, sola, por la calle iluminada de farolas. Nunca, hasta la noche que oí unos pasos a mi espalda y note una mano agarrándome por la cintura.

Aquel contacto hizo que me sobresaltara. A esas horas y en la oscuridad de la noche mi instinto me hacia presagiar que nada bueno podía ocurrir. Gire la cabeza y le vi, el jugador de billar estaba detrás de mi, rozándome levemente la espalda. Le mire sorprendida…. “Disculpa” me dijo “Creo que me he olvidado las llaves de mi casa en el bar. ¿Podrías abrirle para recogerlas? Si no, esta noche tendré que pasarla en la calle y aunque no tengo mucho sueño……… no me apetece dormir a la intemperie”.

Sin mediar palabra y con cierto fastidio, gire sobre mis pasos, seguida de nuevo por el jugador, para abrir el bar y que cogiera sus llaves. Entramos una tras otro, encendí las luces. Él se dirigió hacia la mesa de billar y buscó las llaves. Con ellas de la mano, se encamino hacia la puerta y al llegar a mi altura se acerco y dándome las gracias, me dio dos besos, el primero en la mejilla y el segundo, tomándome por la cintura y apretándome contra el, me lo dio en la comisura de los labios.

Un golpe de viento termino de abrir la puerta que había quedado entreabierta. El jugador se dirigió hacia ella y agarrándola por el pomo, la cerro tras de si, dejándome sola en el bar, con la mirada perdida.

Al día siguiente todo transcurrió como de costumbre. A la misma hora de siempre él llego, se sentó en su rincón y comenzó el ritual de todas las noches. De vez en cuando yo le miraba de reojo, como intentando vislumbrar algo nuevo, distinto, en él, pero no fue así. Mantenía el mismo gesto, la misma mirada y la misma actitud de todas las noches.

Como todas las noches espero a que el local se quedara vacío para jugar su partida de billar. Como todas las noches yo comencé a recoger el bar. Como todas las noches, unos minutos antes de cerrar él se dirigió a la puerta, pero esta vez no para abandonar el local. Paso frente a mí, me quito las llaves que tenia en la mano y cerro el local por dentro, quedándonos ambos encerrados en él, y guardo las llaves en un bolsillo de su pantalón. Volvió sobre sus pasos hacia la mesa y mientras echaba otra moneda, me pregunto “¿Juegas al billar?”. “Si” conteste, y ofreciéndome un taco, me invito a acercarme. Me acerque quitándome la cazadora que ya llevaba puesta y dejándola sobre una mesa, tome el taco y espere que él colocara las bolas. “Adelante, me dijo, tu primero” Entice el taco y con un golpe seco y suave, logre mi primera carambola. Me aparte de la mesa, para darle paso a él, que me observaba desde una esquina de la misma. Sin cambiar de posición y sin dejar de mirarme, golpeo la bola que choco sin éxito contra un lateral, cosa que a él no debió importarle mucho. De nuevo mi turno. Observe las bolas y me coloque de nuevo para volver a golpear. Concentrada como estaba en la jugada no oí como se acercaba a mi y se situaba detrás . Al levantarme, mi espalda choco contra su pecho, a la vez que una mano me sujetaba la cintura desde atrás y los labios del jugador se posaban en mi cuello. Apoye el taco en el suelo, a modo de bastón, mientras él dejaba caer el suyo al suelo. Su cuerpo se inclino hacia delante haciéndome que adoptara de nuevo la posición de jugar. Me tomo la mano que sujetaba el taco y con ella entre las suyas, se coloco para hacer chocar las bolas, aprisionando mi cuerpo entre el suyo y la mesa de billar, y sin separar sus labios de mi cuello. No se como consiguió hacer carambola, quizás solo fue casualidad.

Hizo que soltara el taco sobre la mesa y extendió mis brazos sobre ella, sujetándolos con sus manos. Mi cara, girada, reposaba sobre el tapete, mientras su boca recorría mi mejilla y mi oreja y notaba su respiración en mi espalda. Respire hondo y cerré los ojos, abandonándome a sus besos y a las caricias que empezaba a regalarme sobre los brazos y que iban bajando poco a por mis costados, acariciando levemente mis pechos, hasta terminar en mi cintura. Allí se colaron con hábil maestría entre la mesa y yo y comenzó a desabrocharme el vaquero. Yo permanecía quieta, sin atrever a moverme, esperando……… Note como termino de desabrocharme el pantalón y como comenzaba a despojarme de el, a la que vez que me quitaba también el tanga. Cuando ambas prendas estaban en mis tobillos, me tomo por debajo de los brazos y me incorporo, se pego a mí, haciéndome notar contra la piel desnuda de mis nalgas el áspero tejido de su pantalón. Con un par de movimientos rápidos, saque los pies de los zapatos y me termine de liberar de los vaqueros: “Muy bien” me susurro al oído para después dejar deslizar su boca sobre mi cuello, mientras me desabrochaba la camisa. En pocos minutos estaba completamente desnuda ante el, que por el contrario no se había quitado una sola prenda. Me acariciaba los pechos pellizcando mis pezones, que yo sentía cada vez más duros por la excitación. Algunos jadeos comenzaron a escapar incontroladamente por mi boca, mientras sus labios se apretaban mas sobre mi cuello y yo reposaba la cabeza en su hombro. Sin soltar mis pechos, me empujo nuevamente la espalda con su cuerpo hasta quedar otra vez con el torso sobre la mesa de billar. Con sus pies entre los míos, empujándolos levemente, me separo las piernas e introdujo una mano entre ellas. Acaricio mi sexo lentamente con la palma de su mano. Yo me sonroje al saber que estaba notando mi humedad, mi gran excitación… Acto seguido sentí entre los labios de mi sexo algo duro, frió, redondo, que se frotaba contra ellos, dentro de ellos. Gire un poco la cabeza y vi como el jugador sostenía en taco de billar que estaba frotando contra mi. Deslizaba el taco sobre mi coño húmedo cada vez con mayor rapidez, desde el clítoris hasta la entrada de mi vagina, arrancándome gemidos de placer, hasta que note como introducía el taco en mi, con una ligera presión que me hizo dar un respingo. “Tranquila………… quieta” susurro, e introdujo un poco mas el taco en mi interior. Empezó a follarme con el taco casi con brusquedad, pero yo cada vez estaba mas excitada y agitaba mis caderas sobre la mesa de billar, buscando el taco, buscando la sensación de sentirme llena. Mi culo debía de estar dándole un esplendido espectáculo. Mi respiración era cada vez mas acelerada pues el momento del orgasmo se acercaba. El lo noto y durante unos segundos acelero el ritmo. Estaba a punto de correrme cuando en una de las embestidas del taco, este se salio de mi. En un gesto instintivo lleve una de mis manos hasta mi entrepierna, pero el jugador me sujeto la muñeca, y me susurro al oído “Aún no…. “ Me puso de pie y me dio la vuelta, quedándome de frente a él. Empezó a besarme los pechos, mordisqueando mis pezones. El calor que sentía entre mis piernas se acentuaba con las caricias de su lengua y sus mordiscos. Le desabroche la camisa y se la quite, quedando ante mi un torso fuerte y musculoso, apenas surcado por algo de vello, que yo recorría con las manos de arriba abajo. El me apretó contra si y me beso con pasión mientras mi cuerpo se dejaba caer de nuevo sobre la mesa de billar, esta vez de espaldas. Me acomode en el centro de la mesa y le espere…… espere que el llegara hasta mi, que me regalara nuevos besos y caricias. Su mano sabia empezó a acariciarme entre las piernas, rozando a penas con la yema de los dedos mi clítoris. Nuevas oleadas de placer surcaban mi cuerpo, y un deseo irracional comenzaba a apoderarse de mi. Jadeaba, gemía, gritaba…… iba a estallar de un momento a otro entre sus manos. Cerré los ojos, apreté los labios y tuve un orgasmo que me dejo tiritando sobre la mesa de billar. Apenas me había recuperado el saco su sexo del pantalón y empezó a acariciarse sin dejar de mirarme. Me incorpore, me coloque de rodillas frente a el y devore aquella polla dura y caliente. Mi boca se lleno de ella, mi saliva la empapaba por completo y mi lengua la envolvía, lamiéndola golosa. Le oír rugir de placer sobre mi cabeza, mientras con sus manos dirigía mis movimientos, ya no era yo la que engullía, ahora era el que follaba mi boca. Notaba las embestidas de su polla casi en la garganta e intentaba reprimir las arcadas, pero a duras penas podía conseguirlo, sin embargo mis labios se aferraban a su verga sin soltarla. Su respiración se aceleraba a la vez que el movimiento de su pelvis frente a mi cara, hasta que note en mi boca el sabor salado de su semen y los espasmos de su orgasmo. Soltó mi cabeza y dando un paso atrás libero su sexo de mi boca. “Apuesto a que sigues húmeda” me dijo, y poniéndome de pie introdujo un dedo en interior. Sentí como me ponía roja al comprobar como el notaba mi gran excitación. Empezó a mover el dedo lentamente, para introducir después otro…. El contacto con su carne me abrasaba por dentro. Me coloco nuevamente de espaldas a el y me apoyo sobre la mesa de billar. “Ahora si” me susurro al oído, mientras introducía su polla en mi y empezaba a follarme cada vez con mas rapidez, con mas urgencia, agarrándose a mis caderas hasta que me hizo estallar de nuevo en un orgasmo al que le sucedió otro y otro mas. Mi tercer orgasmo coincidió con el suyo. Note como se vaciaba dentro de mi otra vez.

Estaba exhausta…. Medio tumbada sobre la mesa de billar con él a mi espalda, oia sus movimientos pero era incapaz de levantarme a mirar, hasta que le vi pasar por delante de mi, vestido, camino de la puerta. Se giro para dejar las llaves sobre la barra del bar, pero ni siquiera me miro.

La noche siguiente el tipo aquél no llegó a la hora de siempre, no se sentó en un taburete al final de la barra, no pidió una cerveza y un tequila, y no la saboreo con la mirada perdida. La noche siguiente, el tipo aquel: pantalón vaquero viejo, botas negras, cazadora de cuero marrón, pelo despeinado y barba de tres días entro justo a la hora de cerrar, camino derecho hacia el billar, cogió un taco, y plantado frente a él, me dijo: “¿juegas al billar?”

EL ALMA EN OFERTA


El alma en oferta nunca fue vendida. Nadie se asomo jamás a su escaparatito redondo, con su pasión que se desgranaba en rojo y negro, no estimulaba mercedes, no contemplaba el planetario desde su ventana.

El alma en oferta permanecía inmóvil, pegada junto al cristal por el que veía pasar la vida… la vida de los otros, la vida que se la escapaba entre los dedos.

El alma en oferta sentía: reía, lloraba, cantaba, gritaba, esperaba… pero nadie oía su risa, ni su llanto, ni su canción, ni sus gritos……… nadie la esperaba ni la desesperaba.

El alma en oferta lloraba, con sus ojitos de amor que ya no amaban, miraba y miraba y apagaba su jornada.

El alma en oferta crecía a veces, y se veía capaz de romper el cristal y escapar, de ser ella por unos instantes, y se imaginaba en otros lugares, en otras pieles, con otros nombres…..

El alma en oferta se hacia a veces chiquitita, y se quedaba en su rincón protegida por el escaparte, lejos de heridas y decepciones, sintiendo que no sentía.

El alma en oferta soñaba con el día en que un dedo la acariciara, unas manos la tomaran y un aliento la arrancara un suspiro….. pero el alma en oferta………. nunca fue vendida.