Por Sayyid...........
Después de pasar un par de horas tomando unas copas y exhibiendo a mi esclava por algunos locales de la ciudad, decidí que ya era el momento de volver a casa. La noche estaba resultando muy satisfactoria, y me apetecía acabarla disfrutando una vez mas de mi sumisa.
Por ello volvimos a mi casa, dejando que el frescor de la noche eliminara los vapores del alcohol y despejara mi ya de por si, caliente imaginación.
Una vez en casa, hice pasar a mi sierva al salón, y le pedí que me sirviera una copa, mientras yo me sentaba en el sofá. Lo cierto es que, pese a lo avanzado de la hora, estaba esplendida enfundada en aquel ceñido vestido.
Mi esclava me trajo la copa y se tumbo a mis pies mientras yo disfrutaba del licor y de su presencia. Estaba preciosa, como una dulce y sumisa perrita enroscada a mis pies. Creo que era feliz así.
Le pedí que se levantara y que se quitara la ropa. Ella así lo hizo, desnudándose lentamente, permitiéndome saborear el placer de ver su blanca carne a la luz de una tenue lámpara que lucia en el rincón del salón.
Se quitó su vestido, quedándose solo con sus zapatos de tacón, sus medias de seda negra, su liguero y su collar de esclava. El pelo suelto sobre sus hombros, y una mirada lasciva en sus ojos.
- Ven, acompáñame arriba, le ordené.
Ella comenzó a andar detrás de mi, pero al verlo me di la vuelta y le dije:
- Así no, ¿eres mi perra, no? . Pues demuéstramelo… quiero que me sigas a cuatro patas por el pasillo, y que subas así la escalera.
Ella no pareció sorprenderse de mis deseos, así que se agachó, se puso a cuatro patas, como la bella perra que era, y me siguió hasta la escalera, donde yo me paré.
- Sube tu primero.
- Si, Mi Señor.
Mientras ella subía la escalera a cuatro patas, contoneando su apetitoso culo, moviéndolo insinuantemente, pues ya sabia que era eso lo que yo quería ver, mi excitación crecía por momentos.
Poder ver ese coño depilado, y ese culo tan delicioso, que yo sabia serían míos en unos momentos, no hizo sino acrecentar mis deseos de poseerlos inmediatamente. Pero venciendo mi natural ansiedad, decidí esperar y disfrutar del impresionante espectáculo que mi esclava me estaba brindando.
Subí detrás de ella hasta la habitación, y comprobé que me estaba esperando allí, aun en su posición perruna, mostrándome su sexo y su culo, dándome a entender que eran míos y que yo podría hacer con ellos todo aquello que deseara.
Lentamente, me acerque al armario y saque de el un negro pañuelo de seda, y mi fusta de cuero.
Me acerque a mi esclava y dejé la fusta encima de la cama para que ella la viera. Pude notar como sus pupilas se dilataban, no se si de placer, o de miedo, pero me gustó que así fuera.
Con el pañuelo le vendé los ojos, y después, cogiéndola del pelo, tiré de ella suavemente, moviéndola por la habitación, para que perdiera la noción de donde se encontraba.
Después de ese breve paseo, la coloqué, apoyada en una silla, dejando a mi vista su culo, su espalda y su cuello…
Regresé hasta la cama y tomé la fusta en mis manos, acercándome a mi sierva.
Después de besarla en el cuello y susurrarle lo que iba a pasar… comencé a acariciar su piel con la fusta, suavemente… alargando las caricias, recorriendo sus glúteos, separando sus muslos para dejar su sexo al aire, acariciando el interior de sus piernas…
Cuando ella ya estaba lo suficientemente relajada… llegó el primer fustazo. No fue muy fuerte, pero como no se lo esperaba, soltó un pequeño grito, mas bien de asombro que de dolor, aunque rápidamente me pidió perdón.
- Lo siento, Mi Señor, no pude evitarlo.
- No grites, o tendré que amordazarte, no quiero que escandalices a mis vecinos
Dicho esto, comencé a acariciarla de nuevo con la fusta, hasta que la golpee de nuevo, esta vez con mas fuerza, dejando su piel marcada de un ligero color carmesí, sintiendo como el escozor recorría su cuerpo.
A este segundo fustazo le siguieron unos 15 mas, repartidos por sus nalgas, el interior de sus muslos, su espalda….
Era delicioso ver como su piel adquiría color y calor a medida que mi fusta hacía su trabajo, como aquella piel, antes blanca e inmaculada, quedaba marcada por mi.
Me alargué en mi castigo un rato más, hasta que su piel ya estaba caliente, dolorida, preparada…
Ante aquel hermoso espectáculo de piel enrojecida, no pude por menos que liberar mi duro sexo, y separando un poco sus piernas para favorecer mi deseo, la penetré, sintiendo como el calor y la humedad de su coño recibían a mi polla, mojándola, besándola, acariciándola en cada embestida.
Comencé a penetrarla, primero lentamente, poco a poco, dejando que notara la hinchazón de mi sexo, dejando que sus flujos me lubrificaran, sintiendo como el placer acudía una vez más a mi. Poco a poco seguí entrando y saliendo de su cueva , mientras mis dedos juguetones, acariciaban, lubrificaban y abrían su estrecho ano, cerrado sobre todo por el aun lacerante dolor de mis fustazos.
Era todo un placer poseer así a mi esclava, montándola como a una yegua en celo, sujetado la crin de sus cabellos, empujándola, sometiéndola, poseyéndola.
Ella respondía a mi embestidas con gemidos de placer, con movimientos ritmitos de sus caderas, con la humedad de su boca, cuando mis dedos entraban en ella.
- Te gusta he, perra?. Le decía yo
- Si Amo, me gusta, me gusta mucho, no pares, te lo suplico.
- No lo haré, claro que no,,, voy a seguir follandote hasta que no pueda más.
Poco a poco mi ritmo se fue incrementado, aumentando la velocidad y la fuerza de las embestidas. El placer acudía a mi en oledas continuas, por lo que tenia que subir y bajar el ritmo para no correrme aun.
- Amo, no pudo más ya, por favor, me permite Usted correrme?. Por favor Amo
- No, no, aun no te lo permito. No quieras acabar tan pronto
Mis dedos se empapaban de saliva en su boca y luego se los introducía en su cada vez mas abierto ano. Sus espasmos me enloquecían, y cada vez me costaba más resistir la tentación de dejarme llevar y correrme allí mismo… pero aun tenia otros planes.
Cuando ya había dilatado lo suficiente su elástico esfínter, decidí que era el momento de culminar aquella orgía de placer.
Sacando mi polla completamente mojada de su coño, la coloque sobre su ano, empujando suavemente, pero con firmeza, hasta que, no sin cierta molestia, por parte de mi esclava, mi carne dura y caliente, desapareció dentro de su culo. Al mismo tiempo, mi mano, ya liberada de la necesidad de excitar su negro agujero, bajó hasta su hinchado y palpitante coño, comenzando a acariciar su clítoris, cada vez mas fuerte, cada vez mas rápido….
- Ayyyy Amo, me duele, me duele, pero no pares, no, por favor, no pares ahora.
- No, claro que no voy a parar… ¿te gusta?. Disfruta, disfruta de tu placer,,, disfruta de tu dolor… y córrete para mí.
Como si mi comentario fuera lo único que ella estaba esperando, comenzó a incrementar su ritmo, dejando que mis dedos acariciaran su coño, su clítoris,,, mientras sus movimientos cada vez mas fuertes, mas rápidos, no dejaban de aumentar la frecuencia de mis embestidas en el interior de su culo, con lo que, al sentir que ella se corría de gusto entre mis dedos, me dejé llevar, y calidos chorros de semen caliente y espeso, inundaron su intestino, vaciándome completamente, una, dos, tres, cinco veces… hasta quedar exhausto, vacío.. y satisfecho…
Después de dejarme caer la suelo, mi sierva, quitándose la venda de sus ojos, se arrimó a mi, y dulcemente, comenzó a recorrer mi verga con su lengua, limpiándola y regalándome mis últimos espasmos de placer…
- Ven, le dije
Y acariciando su suave pelo, la bese tiernamente en los ojos y pasionalmente en su dulce y húmeda boca.
Después, ayudándola a levantarse, la acerqué a mi cama, y colocando su colchón a los pies de la misma, la tumbé, la descalcé, la desnudé, y cambiando su collar de esclava por otro con una argolla de acero, la até, con una fina cadena que a tal efecto allí tenia, a la pared, acostándome yo en mi cama, disfrutando del placer de tener allí mismo, a mi sumisa perra, a mis pies…
- Que tengas hermosos sueños, la dije
Y me dormí con la satisfacción de sentirme Señor de mi sierva.
Por ello volvimos a mi casa, dejando que el frescor de la noche eliminara los vapores del alcohol y despejara mi ya de por si, caliente imaginación.
Una vez en casa, hice pasar a mi sierva al salón, y le pedí que me sirviera una copa, mientras yo me sentaba en el sofá. Lo cierto es que, pese a lo avanzado de la hora, estaba esplendida enfundada en aquel ceñido vestido.
Mi esclava me trajo la copa y se tumbo a mis pies mientras yo disfrutaba del licor y de su presencia. Estaba preciosa, como una dulce y sumisa perrita enroscada a mis pies. Creo que era feliz así.
Le pedí que se levantara y que se quitara la ropa. Ella así lo hizo, desnudándose lentamente, permitiéndome saborear el placer de ver su blanca carne a la luz de una tenue lámpara que lucia en el rincón del salón.
Se quitó su vestido, quedándose solo con sus zapatos de tacón, sus medias de seda negra, su liguero y su collar de esclava. El pelo suelto sobre sus hombros, y una mirada lasciva en sus ojos.
- Ven, acompáñame arriba, le ordené.
Ella comenzó a andar detrás de mi, pero al verlo me di la vuelta y le dije:
- Así no, ¿eres mi perra, no? . Pues demuéstramelo… quiero que me sigas a cuatro patas por el pasillo, y que subas así la escalera.
Ella no pareció sorprenderse de mis deseos, así que se agachó, se puso a cuatro patas, como la bella perra que era, y me siguió hasta la escalera, donde yo me paré.
- Sube tu primero.
- Si, Mi Señor.
Mientras ella subía la escalera a cuatro patas, contoneando su apetitoso culo, moviéndolo insinuantemente, pues ya sabia que era eso lo que yo quería ver, mi excitación crecía por momentos.
Poder ver ese coño depilado, y ese culo tan delicioso, que yo sabia serían míos en unos momentos, no hizo sino acrecentar mis deseos de poseerlos inmediatamente. Pero venciendo mi natural ansiedad, decidí esperar y disfrutar del impresionante espectáculo que mi esclava me estaba brindando.
Subí detrás de ella hasta la habitación, y comprobé que me estaba esperando allí, aun en su posición perruna, mostrándome su sexo y su culo, dándome a entender que eran míos y que yo podría hacer con ellos todo aquello que deseara.
Lentamente, me acerque al armario y saque de el un negro pañuelo de seda, y mi fusta de cuero.
Me acerque a mi esclava y dejé la fusta encima de la cama para que ella la viera. Pude notar como sus pupilas se dilataban, no se si de placer, o de miedo, pero me gustó que así fuera.
Con el pañuelo le vendé los ojos, y después, cogiéndola del pelo, tiré de ella suavemente, moviéndola por la habitación, para que perdiera la noción de donde se encontraba.
Después de ese breve paseo, la coloqué, apoyada en una silla, dejando a mi vista su culo, su espalda y su cuello…
Regresé hasta la cama y tomé la fusta en mis manos, acercándome a mi sierva.
Después de besarla en el cuello y susurrarle lo que iba a pasar… comencé a acariciar su piel con la fusta, suavemente… alargando las caricias, recorriendo sus glúteos, separando sus muslos para dejar su sexo al aire, acariciando el interior de sus piernas…
Cuando ella ya estaba lo suficientemente relajada… llegó el primer fustazo. No fue muy fuerte, pero como no se lo esperaba, soltó un pequeño grito, mas bien de asombro que de dolor, aunque rápidamente me pidió perdón.
- Lo siento, Mi Señor, no pude evitarlo.
- No grites, o tendré que amordazarte, no quiero que escandalices a mis vecinos
Dicho esto, comencé a acariciarla de nuevo con la fusta, hasta que la golpee de nuevo, esta vez con mas fuerza, dejando su piel marcada de un ligero color carmesí, sintiendo como el escozor recorría su cuerpo.
A este segundo fustazo le siguieron unos 15 mas, repartidos por sus nalgas, el interior de sus muslos, su espalda….
Era delicioso ver como su piel adquiría color y calor a medida que mi fusta hacía su trabajo, como aquella piel, antes blanca e inmaculada, quedaba marcada por mi.
Me alargué en mi castigo un rato más, hasta que su piel ya estaba caliente, dolorida, preparada…
Ante aquel hermoso espectáculo de piel enrojecida, no pude por menos que liberar mi duro sexo, y separando un poco sus piernas para favorecer mi deseo, la penetré, sintiendo como el calor y la humedad de su coño recibían a mi polla, mojándola, besándola, acariciándola en cada embestida.
Comencé a penetrarla, primero lentamente, poco a poco, dejando que notara la hinchazón de mi sexo, dejando que sus flujos me lubrificaran, sintiendo como el placer acudía una vez más a mi. Poco a poco seguí entrando y saliendo de su cueva , mientras mis dedos juguetones, acariciaban, lubrificaban y abrían su estrecho ano, cerrado sobre todo por el aun lacerante dolor de mis fustazos.
Era todo un placer poseer así a mi esclava, montándola como a una yegua en celo, sujetado la crin de sus cabellos, empujándola, sometiéndola, poseyéndola.
Ella respondía a mi embestidas con gemidos de placer, con movimientos ritmitos de sus caderas, con la humedad de su boca, cuando mis dedos entraban en ella.
- Te gusta he, perra?. Le decía yo
- Si Amo, me gusta, me gusta mucho, no pares, te lo suplico.
- No lo haré, claro que no,,, voy a seguir follandote hasta que no pueda más.
Poco a poco mi ritmo se fue incrementado, aumentando la velocidad y la fuerza de las embestidas. El placer acudía a mi en oledas continuas, por lo que tenia que subir y bajar el ritmo para no correrme aun.
- Amo, no pudo más ya, por favor, me permite Usted correrme?. Por favor Amo
- No, no, aun no te lo permito. No quieras acabar tan pronto
Mis dedos se empapaban de saliva en su boca y luego se los introducía en su cada vez mas abierto ano. Sus espasmos me enloquecían, y cada vez me costaba más resistir la tentación de dejarme llevar y correrme allí mismo… pero aun tenia otros planes.
Cuando ya había dilatado lo suficiente su elástico esfínter, decidí que era el momento de culminar aquella orgía de placer.
Sacando mi polla completamente mojada de su coño, la coloque sobre su ano, empujando suavemente, pero con firmeza, hasta que, no sin cierta molestia, por parte de mi esclava, mi carne dura y caliente, desapareció dentro de su culo. Al mismo tiempo, mi mano, ya liberada de la necesidad de excitar su negro agujero, bajó hasta su hinchado y palpitante coño, comenzando a acariciar su clítoris, cada vez mas fuerte, cada vez mas rápido….
- Ayyyy Amo, me duele, me duele, pero no pares, no, por favor, no pares ahora.
- No, claro que no voy a parar… ¿te gusta?. Disfruta, disfruta de tu placer,,, disfruta de tu dolor… y córrete para mí.
Como si mi comentario fuera lo único que ella estaba esperando, comenzó a incrementar su ritmo, dejando que mis dedos acariciaran su coño, su clítoris,,, mientras sus movimientos cada vez mas fuertes, mas rápidos, no dejaban de aumentar la frecuencia de mis embestidas en el interior de su culo, con lo que, al sentir que ella se corría de gusto entre mis dedos, me dejé llevar, y calidos chorros de semen caliente y espeso, inundaron su intestino, vaciándome completamente, una, dos, tres, cinco veces… hasta quedar exhausto, vacío.. y satisfecho…
Después de dejarme caer la suelo, mi sierva, quitándose la venda de sus ojos, se arrimó a mi, y dulcemente, comenzó a recorrer mi verga con su lengua, limpiándola y regalándome mis últimos espasmos de placer…
- Ven, le dije
Y acariciando su suave pelo, la bese tiernamente en los ojos y pasionalmente en su dulce y húmeda boca.
Después, ayudándola a levantarse, la acerqué a mi cama, y colocando su colchón a los pies de la misma, la tumbé, la descalcé, la desnudé, y cambiando su collar de esclava por otro con una argolla de acero, la até, con una fina cadena que a tal efecto allí tenia, a la pared, acostándome yo en mi cama, disfrutando del placer de tener allí mismo, a mi sumisa perra, a mis pies…
- Que tengas hermosos sueños, la dije
Y me dormí con la satisfacción de sentirme Señor de mi sierva.
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