Habíamos quedado en que esa tarde iría a buscarte a la salida del trabajo para ir a ver una exposición de un artista que te gustaba especialmente. Tarde un poco en decidirme que ropa ponerme, y al final opte por unos vaqueros que me gustaban mucho porque quedaban ceñidos en el muslo y luego hacían campana a partir de la rodilla, una camiseta que me acababa de comprar gris, de manga larga, que dejaba un hombro al descubierto, las botas de tacón con estampado de leopardo y la cazadora marrón. Como aún quedaba tiempo decidí ir hasta tu oficina dando un paseo, así que un poco antes de que salieras llegue a la puerta y espere.
Saliste como siempre, alegre, y eso me hizo sonreír cuando vi que te aproximabas. Llegaste a mí y me saludaste con un beso en los labios que fue correspondido por mi parte, mientras con una mano me agarrabas por la cintura. Cogidos por la cintura fuimos hacia el coche. Antes de llegar me gire hacia ti y te bese, notando como el deseo comenzaba a apoderarse de mí. Una vez dentro del coche nos volvimos a besar, con pasión, buscando nuestras bocas desesperadamente. “Deberíamos irnos”, te digo y mientras te separas de mi, la mano que tenias en mi nuca acaricia mi cara, baja por mi cuello y roza sutilmente mis pechos.
Arrancas el coche y nos ponemos en marcha. Mi mano izquierda se introduce entre el asiento y tu espalda, saco un poco la camisa del pantalón y te acaricio metiendo mi fría mano debajo de tu camisa. Noto como al contacto un escalofrió te recorre la espina dorsal. Me acerco a tu oído y te susurro algo, no recuerdo qué, cualquier cosa para que despistadamente mi lengua roce tu oreja, y noto como tu mano se posa en mi rodilla. Muevo las piernas ligeramente, abriéndolas un poco para dejarte pasar hasta el muslo, pero no lo suficiente para que puedas seguir subiendo, acaricias mi pierna y yo te doy un beso en la comisura de los labios, dejando que mi pecho roce en tu brazo. La mano que tienes sobre mi pierna lucha por abrirse camino hacia arriba y ya no puedo oponer más resistencia.
Paramos en uno de los mil semáforos que nos encontramos en el camino, camino que se me esta haciendo interminable. Entonces tú te giras, sujetas mi cabeza y me besas en la boca a la vez que mi mano baja desde tu pecho hasta tu sexo y la tuya me desabrocha el pantalón. Lo que noto no me decepciona, al contrario, hace que mi deseo aumente más, y comienzo un suave masaje por encima del pantalón a la vez que lamo tus dedos, mientras tú buscas un hueco por el colocarte entre mis piernas.
Abro los ojos y veo como el conductor del coche de nuestro lado nos mira sorprendido. Sabe perfectamente lo que estamos haciendo, pero a ninguno de los dos nos importa y seguimos. Ahora tu mano esta entre mis piernas. Desabrocho tu cremallera y mi mano se cuela dentro, encontrando lo que desea. Comenzamos a acariciarnos íntimamente el uno el otro. Yo jugueteo con tu glande, tú introduces levemente un dedo. Nuestros gemidos se mezclan en el aire.
El claxon de varios coches nos advierte de que el semáforo se ha puesto en verde, sacándonos de nuestro gozo. Retomamos el camino con la respiración agitada y el deseo brillándonos en los ojos. Nos miramos y sonreímos. Permanecemos callados hasta llegar a la exposición. Antes de bajar del coche nos recomponemos la ropa y volvemos a besarnos. El calor de nuestros cuerpos empaña los cristales.
Bajamos del coche y caminamos hacia la entrada. Nos cruzamos con algunas personas. El deseo es tan grande que pienso que hasta los demás pueden notarlo.
La sala de exposiciones es grande. Los cuadros cuelgan de las paredes invitando al visitante a verlos, pero nosotros no tenemos ojos para ellos. Disimuladamente recorremos la sala, de cuadro en cuadro, buscando un rincón apartado que sea cómplice de nuestra pasión desatada. Tan solo hay un par de personas más y el vigilante de seguridad sentado en la entrada.
En un rincón, al fondo, hay una puerta, caminamos hacia ella. Compruebo despacio, para no hacer ruido, si esta abierta. Apenas giro el agarrador la puerta se abre dando paso a una pequeña sala vacía y casi oscura. Agarro tu mano y tiro de ti hacia dentro de la habitación. No hace falta explicar nada. Nada más entrar y cerrar la puerta me empujas contra la pared y sujetándome la cara con ambas manos me besas con pasión desatada. Correspondo a tus besos del mismo modo mientras me quito la cazadora. Tú te separas de mí y te quitas la tuya, para volver a pegarte a mi cuerpo con urgencia. Sabemos que no tenemos mucho tiempo. Pueden descubrirnos y eso hace más excitante aún la situación. Tan pegados como estamos noto tu sexo grande y caliente en mi vientre. Comienzas a acariciarme los pechos por encima del jersey, pero enseguida introduces tus manos debajo, liberándolos del sujetador y acariciando directamente mi piel. El contacto con tus manos hace que mi cuerpo grite. Te deseo tanto………. que ya no puedo controlar mis manos. Desabrocho tu pantalón y libero tu sexo de él. Tú desabrochas el mío y metes la mano. Nuestras manos se mueven al mismo ritmo. Con la que me queda libre te bajo el pantalón y el bóxer y luego la coloco en tu glúteo, apretándote contra mi. Sacas tu mano y me quitas el pantalón y la braguita. Al agacharte para hacerlo tus labios rozan ligeramente el comienzo de mi sexo. No puedo ahogar el gemido aun a sabiendas de que nos pueden descubrir. Te incorporas de nuevo, sin dejar de besarme me agarras por la cintura y me subes un poco, yo rodeo tu cintura con mis piernas. Noto tu sexo caliente cerca del mío. Me pegas más a la pared y con un movimiento rápido te introduces dentro de mí. Gemimos a la vez, casi susurrando. Tengo que morderme los labios para no gritar, y comienzas a moverte. Cada movimiento, cada embestida tuya es una ola de placer que va subiendo desde mi vientre hasta mi pecho. Me agarro a tus hombros con fuerza. Flexionas las rodillas y dejas que me resbale por la pared hasta que quedamos sentados. Ahora soy yo la que se mueve. Mis caderas se agitan sobre ti mientras te agarro el pelo y tú vuelves a acariciarme el pecho por debajo de la camiseta. Cabalgo sobre ti cada vez más deprisa. Me coges por la cintura para hacer más presión. Nos miramos a los ojos y solo vemos pasión. Yo no puedo ya más que zambullirme en el mar de tu mirada. Notamos como el momento de la explosión se aproxima y aceleramos la marcha en un galope infernal que nos llevara hacia el séptimo cielo. El placer es cada vez más grande y continuo. Nos besamos para ahogar nuestros gemidos. Y por fin estallamos, primero tu, luego yo.
Nos quedamos un momento abrazados notando aún las sensaciones del orgasmo y volvimos a besarnos.
Como podemos nos levantamos, nos vestimos y salimos de la sala intentando que nadie nos vea. Salimos de la exposición sin verla y en ya en la calle, abrazados, comenzamos a reírnos a carcajadas como dos colegiales que acaban de hacer una travesura.
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